No hacer algo siempre será más rápido que hacerlo. Esta afirmación me recuerda al viejo refrán de la programación informática: "Recuerda que no hay código más rápido que el no código".
La misma filosofía se aplica en otros ámbitos de la vida. Por ejemplo, no hay reunión que sea más rápida que no tenerla. Esto no quiere decir que nunca debas asistir a una reunión, pero la verdad es que se celebran muchas reuniones innecesarias. Decimos que sí a muchas cosas que en realidad no queremos hacer. Volviendo al ejemplo de la informática, hay mucho código escrito que podría eliminarse.
Cuántas veces te piden que hagas algo y vos de forma automática respondés: "¡Claro que sí!". Tres días después (o a veces solo unas horas más tarde), te sentís abrumado por tu enorme lista de tareas. Nos sentimos frustrados por nuestras obligaciones aunque hayamos sido nosotros los que dijimos que sí. Viéndolo así hasta es ridículo.
Merece la pena preguntarse si las cosas son necesarias. Muchas de ellas no lo son, y un simple "no" será más productivo que correr para llegar a cumplir con todo lo que nos comprometimos.
Entonces… Si los beneficios de decir “no” son tan evidentes, ¿por qué decimos “sí” tan a menudo?
Aceptamos muchas de las cosas que nos piden no porque queramos hacerlas, sino porque deseamos evitar que nos consideren groseros, arrogantes o poco serviciales. A veces hay que plantearse decir que “no” a alguien con quien te vas a relacionar de nuevo en el futuro: un compañero de trabajo, tu pareja, la familia y amigos.
Decir que no a estas personas puede ser muy difícil porque las apreciamos y queremos apoyarlas. Además de que a menudo también necesitamos su ayuda. Colaborar con los demás es un elemento importante de la vida. La idea de fortalecer la relación es más tentador que cuidar de nuestro tiempo y energía.
Por esta razón, puede ser útil ser amable en tu respuesta. Hacé los favores que podés, y sé cariñoso y directo cuando tengas que decir que no.
Pero incluso después de haber tenido en cuenta estas consideraciones sociales, muchos de nosotros seguimos haciendo un mal trabajo a la hora de gestionar el equilibrio entre el “sí” y el “no”. Nos encontramos con un exceso de tareas que no mejoran de manera significativa ni la vida de quienes nos rodean, ni mejoran nuestras propias vidas.
Quizá uno de los problemas sea la forma en que pensamos en el significado del sí y del no.
Al contrario de lo que creemos, lo más importante no es que sean opuestas en cuanto a su significado, sino que tienen magnitudes de compromiso totalmente diferentes.
Cuando se dice "no", solo se está diciendo "no" a una opción. Cuando dices sí, estás diciendo no a cualquier otra opción.
Me gusta cómo lo expresa el economista Tim Harford: "Cada vez que decimos que sí a una petición, también estamos diciendo que no a cualquier otra cosa que podamos conseguir con ese tiempo". Una vez que te comprometiste con algo, ya decidiste cómo se empleará ese futuro bloque de tiempo.
En otras palabras, decir “no” te ahorra horas de tu vida en el futuro. Decir que sí te cuesta horas en el futuro. El “no” es una forma de crédito de tiempo. Conservás la capacidad de emplear tu tiempo futuro como querés. El “sí” es una forma de deuda de tiempo. Tenés que cumplir con tu compromiso en algún momento.
El “no” es una decisión. El “sí” es una responsabilidad.
A veces se considera que decir “no” es un lujo que pueden permitirse los que tienen poder. Es cierto: rechazar oportunidades es más fácil cuando se puede recurrir a la red de seguridad que proporcionan el poder, el dinero y la autoridad. Pero también es cierto que no es solo un privilegio reservado a los que tienen éxito. Es una estrategia que puede ayudarte a conseguir ese éxito.
Decir que “no” es una habilidad importante a desarrollar en cualquier etapa de tu carrera porque te ayuda a conservar el activo más importante de la vida: tu tiempo. Como dijo el inversor Pedro Sorrentino: "Si no guardas tu tiempo, la gente te lo robará".
Tenés que decir “no” a todo lo que te aleje de tus objetivos, es decir, a las distracciones. En definitiva, es uno de los principales secretos de la productividad: decir “no” a cualquier distracción para ser productivo.
Nadie encarnó esta idea mejor que Steve Jobs cuando dijo: "La gente cree que enfocarse es decir sí a los temas o ideas relacionadas con tus objetivos. Sin embargo, eso no es lo que significa. Decir sí significa decir “no” a las otras 100 buenas ideas que existen. Hay que elegir con cuidado".
Es fundamental encontrar un equilibrio. Decir que “no”, no quiere decir que nunca vayas a hacer nada interesante, innovador o espontáneo. Solo significa que digas “sí” de manera cuidadosa. Una vez que hayas eliminado las distracciones, tiene más sentido decir que sí a cualquier oportunidad que pueda moverte en la dirección correcta (aunque no tengas la certeza de que será así). Puede que tengas que probar muchas cosas para descubrir lo que funciona y lo que te gusta. Este periodo de exploración puede ser especialmente importante al principio de un proyecto, trabajo o carrera.
Con el tiempo, y a medida que vayas mejorando y teniendo éxito, tu estrategia debe cambiar.
El costo de oportunidad de tu tiempo aumenta a medida que tenés más éxito. Al principio, solo eliminás las distracciones obvias y explorás el resto. A medida que tus habilidades mejoran y aprendés a separar lo que funciona de lo que no, tenés que aumentar de forma continua tu umbral para decir que sí.
Todavía tenés que decir que “no” a las distracciones, pero también tenés que aprender a rechazar las oportunidades que antes eran un buen uso del tiempo. Puede ser una habilidad difícil de dominar.
En otras palabras, cada día debés entrenar para mejorar tus "no".
Esto no significa que nunca digas que “sí”. Significa que por defecto decís que no y solo decís que sí cuando realmente tiene sentido. Citando al inversor Brent Beshore, "decir «no» es tan poderoso porque preserva la oportunidad de decir sí".
La mayoría de nosotros somos demasiado rápidos para decir que “sí” y demasiado lentos para decir que “no”. Vale la pena preguntarte en qué parte, entre estos dos extremos, te encontrás vos.
Si te cuesta decir que no, puede resultarte útil la siguiente estrategia propuesta por Tim Harford (el economista británico que mencioné antes): "Un truco es preguntarse: si tuviera que hacer esto hoy, ¿aceptaría?". Es una buena regla general, ya que cualquier compromiso futuro, por lejano que sea, acabará convirtiéndose en un problema inminente.
Si una oportunidad es emocionante lo suficiente como para dejar lo que estás haciendo en este momento, entonces es un sí rotundo. Si no lo es, entonces quizás deberías pensarlo dos veces.
Esto es similar al conocido método "Hell Yeah or No" de Derek Sivers. Si alguien te pide que hagas algo y tu primera reacción es "¡Diablos, sí!", entonces hacelo. Si no te entusiasma, mejor decir que no.
Es casi imposible acordarte de hacerte estas preguntas cada vez que uno se enfrenta a una decisión, pero sigue siendo un ejercicio útil que hay que revisar de vez en cuando. Decir que “no” puede ser difícil, pero a menudo es más simple que asumir un compromiso que no queremos. Como señala el escritor Mike Dariano, "es más fácil evitar los compromisos que salir de ellos".
Se desperdicia mucho esfuerzo haciendo cosas que no importan. Por eso la eliminación es una habilidad más útil que la optimización.
Me recuerda a la famosa cita de Peter Drucker: "No hay nada tan inútil como ejecutar de forma eficiente lo que no debería hacerse en absoluto".
Llegó el momento de reflexionar: ¿tenés el “sí” fácil? ¿Por qué te cuesta tanto decir que “no”? ¿Qué se te cruza por la mente en ese momento? También recordá el enorme alivio que se siente rechazar un compromiso que no tenés ganas de asumir, y lo abrumador que se siente aceptarlo cuando en verdad querés decir que “no”.
*Artículo inspirado en el blog James Clear
ALL RIGHTS RESERVED.