Hoy quiero contarte algo que cambió mi forma de trabajar y de vivir: ser productiva no es sinónimo de estar ocupada.
La verdadera productividad no se mide por la cantidad de ítems tachados en tu lista, sino por el impacto real que esas acciones generan en tu negocio y en tu bienestar.
En esta nota, vamos a ver cómo lograr más con menos.
Te voy a compartir estrategias simples pero muy efectivas, inspiradas en los hábitos atómicos de James Clear, que te van a ayudar a dejar de correr detrás de todo… y empezar a avanzar con foco, claridad y energía renovada.
Porque sí: podés tener resultados sin agotarte en el intento. Y acá te cuento cómo.
El primer cambio que tuve que hacer fue conceptual. Tenía que dejar de pensar la productividad como una maratón sin fin, y empezar a verla como una herramienta para tomar mejores decisiones.
Una frase de James Clear me resonó mucho:
“Ser productivo no es hacer más cosas, sino hacer lo correcto de manera consistente.”
Y eso me obligó a preguntarme:
¿Estoy siendo eficiente o solo estoy ocupada?
Porque hay una diferencia enorme entre llenar el día y mover el negocio. Entre tachar tareas y generar impacto.
Redefinir la productividad me permitió priorizar desde el foco, no desde el apuro.
Como emprendedoras, solemos tener un talento especial para resolver muchas cosas al mismo tiempo. Y eso, aunque nos sirvió para arrancar, puede convertirse en un límite si no lo revisamos.
Cuando vivís en modo multitarea, tu atención se fragmenta, tu energía se dispersa y tu calidad baja.
La solución que encontré no fue trabajar más horas ni estirar el día. Fue aplicar un concepto que cambió todo: la prioridad única.
James Clear lo explica así:
“Si no tenés claro cuál es tu tarea más importante del día, ya perdiste media batalla.”
Hoy, cada mañana, antes de responder mensajes o abrir redes, me hago una sola pregunta:
¿Cuál es la única acción que, si la hago hoy, movería realmente la aguja de mi negocio?
Y empiezo por ahí. Solo por ahí.
Este concepto es tan simple que parece obvio… pero es profundamente transformador.
La regla de los dos minutos dice que si una tarea te lleva menos de dos minutos, hacela ahora.
Responder un mensaje clave. Confirmar una reunión. Delegar algo por WhatsApp. Enviar un mail pendiente.
Aplicar esta regla me ayudó a reducir la carga mental y a mantener mi bandeja de tareas despejada.
Es increíble lo mucho que libera resolver pequeñas cosas al instante en lugar de acumularlas hasta que se vuelven gigantes.
Además, muchas veces, empezar una tarea de dos minutos activa el famoso "efecto bola de nieve": una vez que empezás, es más fácil seguir.
La fuerza de voluntad no es un recurso infinito. Por eso, la clave no es tener más disciplina, sino diseñar contextos que te ayuden a sostener lo que querés lograr.
James Clear habla de esto en profundidad en Hábitos Atómicos: si tu entorno te empuja a actuar, vas a avanzar incluso en días de baja energía.
En mi caso, estos pequeños ajustes hicieron una gran diferencia:
No parece gran cosa. Pero al sostenerlo todos los días, la productividad deja de depender de tu humor o energía del momento.
Este punto fue el más desafiante para mí. Porque, durante años, mi lógica era: primero rindo, después descanso.
Hasta que entendí que eso es exactamente lo que lleva al burnout.
El descanso no es el premio después de trabajar, es parte del sistema que te permite seguir produciendo a largo plazo.
Tomarte una pausa de 10 minutos, salir a caminar, cerrar los ojos un rato, no te hace menos productiva. Te hace más lúcida.
Hoy, si tengo que elegir entre una hora más de trabajo o media hora de descanso antes de una reunión clave, elijo la segunda sin culpa.
Porque aprendí que la calidad de tus decisiones depende del estado en el que las tomás.
Otro hábito que incorporé es hacer una mini revisión semanal.
Nada muy estructurado. Solo me tomo 15 minutos cada viernes para preguntarme:
Esta revisión me ayuda a no caer en el piloto automático. A revisar, aprender y optimizar.
Porque si no revisás, vas acumulando tareas pero no sabés si están funcionando.
Es fácil caer en la trampa de pensar que cuanto más nos esforzamos, más productivas somos.
Pero muchas veces trabajamos más… sin generar más.
Por eso, uno de los cambios más potentes que hice fue empezar a medir impacto en lugar de esfuerzo.
No me pregunto si trabajé ocho horas. Me pregunto:
Esto cambió radicalmente cómo valoro mi día.
Porque me conecto con lo que realmente suma. No con lo que simplemente ocupa tiempo.
Hay días en los que las redes sociales pueden jugar en contra. Vemos a otras emprendedoras “logrando todo”, y sentimos que no hacemos suficiente.
Pero la productividad real es personal. Depende de tu ritmo, tus valores, tu visión.
Compararte te aleja de lo que necesitás: claridad, foco, propósito.
Hoy, en lugar de compararme, me enfoco en sostener lo que a mí me hace bien.
Porque al final del día, lo que importa no es hacer más que nadie. Es hacer lo que importa para vos.
Ser productiva no es hacer todo. Es hacer lo que cuenta.
Cuando cambiás cantidad por impacto, ocupación por intención, y exigencia por estrategia, no solo rendís más: te sentís mejor.
Y eso, para mí, es el verdadero éxito.
Si hoy estás sintiendo que trabajás mucho pero avanzás poco, quizás no necesitás más esfuerzo… sino una nueva forma de pensar tu productividad.
Y si querés hacerlo con guía, con herramientas claras y una comunidad que te acompañe, te invito a dar el próximo paso.
En mis Mentorías 1:1 trabajamos juntas para que puedas diseñar un negocio más simple, más enfocado y más alineado a tu energía real.
Agendá tu llamada de postulación desde acá:
https://www.alumbralab.com/solicitud-mentoring