Storytelling para emprendedoras: contá tu historia y vendé más

Sep 26, 2025

Storytelling para emprendedoras: contá tu historia y vendé más

Aprendé storytelling para conectar con tu audiencia y convertir sin “empujar”, te comparto una estructura simple, ejemplos cercanos y guiones listos para usar en tu web y redes.

Durante años escuché a emprendedoras decirme lo mismo con distintas palabras: “sé que lo que hago ayuda, pero no sé cómo contarlo sin sonar vendedora pesada”. Yo también pasé por ahí. Sentía que si mostraba demasiado mi historia iba a perder profesionalismo, y si no mostraba nada, perdía conexión. Hasta que entendí algo simple: el storytelling no es pose; es orden. Ordenar lo que viviste, lo que hacés y lo que ofrecés de forma que la otra persona pueda verse ahí, reconocerse y decir: “esto es para mí”.

Quiero contarte una escena reciente. Una clienta —llamémosla Sofi— tenía un emprendimiento de asesoría financiera para profesionales independientes. Era buena, muy buena. Pero su contenido no convertía. Publicaba tips, checklists, datos… y nada. En la primera sesión le hice una pregunta: “¿Cuál fue el momento que te cambió la forma de trabajar con el dinero?”. Se quedó en silencio. Después sonrió: “Cuando me di cuenta de que estaba pagándome a mí misma a lo último”. Empezamos por ahí. A la semana, Sofi publicó un texto corto contando esa historia: su desorden, la vergüenza, el giro, y cómo ahora ayuda a otras a evitar lo mismo. Esa publicación no fue un “dato útil”: fue un espejo. Y ahí empezaron a llegar los mensajes: “Eso me pasa”, “Yo también me dejo para el final”, “¿Tenés cupos?”.

Eso hace el storytelling cuando está bien trabajado: deja de empujar y empieza a atraer.

¿Qué es (para mí) contar una historia?

No es inventar. No es exagerar. Es elegir una situación concreta, con un antes y un después, y mostrar el camino. Cuando cuento mi historia o la de una clienta, no busco que digan “qué genia Fabi”; busco que puedan pensar “si a ella le pasó y lo resolvió así, quizá yo también pueda”.

El marco que más uso es muy sencillo: contexto, conflicto, decisión, cambio. El contexto sitúa, el conflicto genera tensión real (lo que duele), la decisión abre una puerta, y el cambio muestra el resultado. Sin esos elementos, el mensaje se queda en slogan. Con ellos, se vuelve recuerdo.

La protagonista no sos vos: es tu cliente

Sé que suena contraintuitivo, pero funciona. Cuando convertís tu comunicación en una película de “yo, yo, yo”, desconectás. Tu lugar —nuestro lugar— es el de guía: la que entiende el problema, ofrece un plan simple, acompaña y sostiene. La heroína de la historia es la persona a la que querés ayudar.

Por ejemplo: si trabajás con mujeres que pasan del caos a la organización, no cuentes cuarenta logros propios. Contá cómo luce la mañana de esa mujer cuando todo está desordenado, qué siente (“se me hizo tarde otra vez”, “me olvido de lo importante”), y qué cambia después de tu proceso (llega a tiempo, deja de apagar incendios, recupera aire mental). En storytelling, los detalles cotidianos valen oro: hacen que tu audiencia viva la escena.

Tu historia base: el porqué que ordena todo

Antes de pensar en redes, reels o campañas, necesitás tener clara tu historia fundacional: por qué existís como marca, qué te enoja/te duele/te inspira del estado de las cosas, y qué decidiste hacer con eso. Este “tronco” te organiza todo lo demás: tu “Sobre mí” en la web, el pitch en una charla, la bio de Instagram, una entrevista. Si no está claro tu porqué, todo lo demás se siente suelto.

Te propongo un ejercicio breve para escribirla en 10–12 líneas:

  • Lo que vi y no pude ignorar. (Una injusticia, una fricción, una necesidad real).
  • Lo que probé y aprendí. (Tu proceso, ensayo y error).
  • Lo que ofrezco hoy. (Tu propuesta en una frase simple).
  • Para quién. (Que tu clienta pueda decir “soy yo”).
  • Qué cambia. (Resultado visible + beneficio invisible: “tiempo/claridad/paz”).

Cuando Sofi hizo este ejercicio, dejó de presentarse como “asesora financiera” y empezó a decir: “Acompaño a profesionales que siempre se dejan para el final a ordenar su dinero para que puedan elegir mejor”. Eso hace foco. Y cuando hay foco, hay decisiones.

Cómo transformar una vivencia en un mensaje que vende (sin vender)

Tomemos una historia realista de una marca local. Ana tiene una tienda de cosmética natural en Mar del Plata. Siempre comunicó ingredientes, texturas, envíos. Nada mal, pero frío. La invitación fue: “contá la escena que te hizo dejar los químicos y crear tu primer jabón”. Apareció la historia: la dermatitis de su hija, las noches de búsqueda, los primeros lotes, los fracasos, la fórmula que funcionó, la sonrisa de la nena. ¿Qué pasó cuando lo contó? Comentarios, guardados, ventas. No por “pena”: por empatía. El producto tenía un porqué y una promesa que ahora se podían sentir.

¿Ves la diferencia? Los beneficios técnicos siguen importando, pero ahora existen dentro de una historia. Y la historia responde a esto: “esto es para vos si te preocupa X y valorás Y; yo te acompaño así; el cambio que vas a notar es este”.

Una estructura simple para empezar hoy

Cuando tengas una idea que quieras compartir, probá escribirla con este hilo conductor:

  • Situación reconocible: “Si llegás a la noche agotada y lo fácil es pedir delivery… te entiendo”.
  • Quiebre honesto: “A mí también me pasó hasta que me di cuenta de que…”.
  • Decisión/plan: “Probé esto durante 10 días: menú congelado + lista corta”.
  • Resultado + pequeño dato: “Bajé 40% el gasto en comida rápida y recuperé media hora por noche”.
  • Invitación clara: “Si querés arrancar, empecemos por este paso”.

Si querés un nombre técnico, esto es el clásico Y–Pero–Por lo tanto (ABT). Pero no te detengas en eso: escribilo como le hablarías a una amiga que te pidió ayuda.

¿Dónde uso estas historias?

En todos tus puntos de contacto. En la web, tu “Sobre mí” tiene que sonar a vos y alinearse con tu oferta; no es una biografía, es el puente entre tu porqué y lo que vendés. En Instagram o TikTok, un reel con caso real funciona mejor que cinco tips sueltos. En LinkedIn, una historia de aprendizaje con un dato concreto (tiempo, conversión, satisfacción) crea autoridad sin impostar. En tu newsletter, un relato cortito + un paso aplicable cierra mejor que una lista eterna de novedades.

¿Medir? Medí señales de conexión (guardados, respuestas, clics), no solo “me gusta”. Y aprovechá lo que la gente te devuelve: las palabras que se repiten en comentarios o DMs son insumos para tu siguiente historia.

Lo que NO te conviene hacer (aprendido a fuerza de prueba y error)

No cuentes todo. Elegí escenas. Una anécdota situada —cinco líneas bien escritas— rinde más que un texto largo sin dirección. No sobreactúes. No le tengas miedo al conflicto (sin conflicto, no hay historia). Y, por favor, no te olvides del cierre: cada historia necesita un “¿qué sigue?”. “Comentá”, “escribime”, “reservá tu turno”, “descargá la guía”. Si no pedís nada, difícilmente pase algo.

Un plan semanal para sostener sin agotarte

Te comparto cómo lo hago con muchas emprendedoras: una historia corta por semana y dos piezas que la acompañen.

  • Semana 1: tu origen (por qué existís) + un caso breve relacionado + una invitación a hablar.
  • Semana 2: detrás de escena (cómo trabajás) + una antes/después + CTA a agenda.
  • Semana 3: objeción real (“no tengo tiempo/dinero”) respondida con historia + microtutorial.
  • Semana 4: visión (hacia dónde vas) + historia de valor en acción (decisión difícil) + CTA fuerte.

No necesitas publicar diez veces por día. Necesitás consistencia y un hilo conductor: que cada historia sea un ladrillo en la misma pared.

Tu historia es una herramienta de negocio

Contar tu historia no es ego ni exhibicionismo. Es hacer visible el sentido de lo que ofrecés, para que la persona correcta pueda reconocerse y elegir. El storytelling ordena, acerca y vende sin empujar. Si hoy te cuesta, empezá chiquito: una escena, un cambio, una invitación. Mañana, otra. Te prometo que el músculo se entrena.

Si querés que trabajemos juntas tu historia base, tu “story bank” y los guiones para web y redes, en mis Mentorías 1:1 te acompaño a convertir tus vivencias en mensajes que conectan y convierten, sin perder autenticidad. Y si preferís hacerlo en comunidad, Mujeres CEO es el espacio para practicar, recibir feedback y sostener tu comunicación con consistencia.

Nos leemos en la próxima. Y ojalá, la próxima historia que publiques sea la que encienda una conversación nueva con tu audiencia.

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