Durante muchos años, mi forma de tomar decisiones en el negocio era reactiva. Iba apagando incendios, diciendo “sí” a todo lo que parecía urgente, y terminaba cada semana con la cabeza llena, el cuerpo agotado y la sensación de haber trabajado muchísimo... pero no necesariamente en lo que importaba.
Hasta que entendí que decidir bien no es una cuestión de suerte, ni de corazonadas: es una habilidad que se entrena. Una habilidad que requiere claridad mental, foco real y la valentía de decir que no —incluso cuando eso incomoda—.
Y fue ahí cuando empecé a estudiar cómo piensan las personas que deciden con lucidez. Una de las fuentes que más me marcó fue James Clear, autor de Hábitos Atómicos, que en sus newsletters suele dejar ideas que parecen simples, pero esconden una profundidad enorme. Hoy quiero compartirte algunas de esas ideas, cómo las apliqué a mis decisiones empresariales, y qué podés hacer vos para decidir mejor sin agotarte en el intento.
A veces podemos llegar a sentir frustración porque terminamos el día sin haber tomado decisiones importantes. Pero eso no tiene por qué significar que hayamos sido víctimas de la procrastinación: significa que nos llenamos de decisiones pequeñas, dispersas, sin impacto, y eso agotó nuestra energía mental antes de llegar a lo que realmente necesitaba nuestra atención.
Como menciona James Clear:
“La atención no se pierde en grandes bloques. Se va en mil pequeñas concesiones.”
Esa frase me atravesó. Porque muchas veces no es que no tengamos tiempo o energía, sino que la fuimos entregando de a poco: a ese mensaje que respondimos por compromiso, a esa reunión que aceptamos por quedar bien, a esa decisión que postergamos porque requería más enfoque del que nos quedaba.
La fatiga decisional aparece cuando nuestra cabeza no tiene un sistema claro para filtrar, priorizar y elegir. Por eso, el primer paso para mejorar tu toma de decisiones no es tener más fuerza de voluntad. Es tener más estructura.
Una estructura es simplemente un conjunto de filtros: reglas personales, prioridades, y herramientas mentales que te ayudan a decidir sin tener que repensarlo todo desde cero.
Una de las prácticas que más me ayudó fue aplicar la lógica del 80/20 a mis decisiones. No todas las opciones valen lo mismo. No todos los proyectos tienen el mismo peso.
Entonces me pregunto:
¿Qué decisiones —si las tomara bien— harían que muchas otras se vuelvan más fáciles o innecesarias?
Es una pregunta inspirada en The ONE Thing, pero también conecta con esta frase de James Clear:
“Lo que elegís mirar, es en lo que elegís convertir tu vida.”
Tu atención es tu recurso más valioso. Elegí conscientemente dónde lo invertís.
Y para eso, necesitás frenar antes de responder en automático. Si cada pequeño “sí” te aleja del gran objetivo, estás cediendo foco sin darte cuenta.
No todo lo que suena importante, lo es. Por eso aprendí a distinguir entre lo urgente y lo esencial. Lo urgente grita, lo esencial susurra.
Un truco que uso es este: si una decisión no cambia el rumbo de mi negocio, no merece robarme media tarde. La evalúo, decido, y sigo.
También dejé de caer en la trampa de “decidir en base a mil variables”. Me inspiro en esta idea de Gurwinder Bhogal:
“Cuantos más argumentos usás, más diluís tu punto fuerte. No ganás por cantidad, ganás por claridad.”
Lo mismo vale para tomar decisiones. No hace falta analizar 20 escenarios: hace falta identificar el argumento más sólido, y actuar desde ahí.
Un ejemplo concreto: antes, al contratar a alguien, hacía listas interminables con pros y contras. Hoy, me guío por una sola pregunta: ¿esta persona va a sostener el estándar de calidad que necesito, incluso cuando yo no esté mirando?
Confieso que esta parte no la aprendí leyendo, sino equivocándome. Durante años, llené mi calendario con tareas, reuniones y planes... sin pensar en mi capacidad real de sostenerlos.
Hoy, en cambio, planifico primero mis espacios de recuperación, y después el resto. Porque sin claridad mental, no hay buena decisión posible.
James Clear lo expresa así:
“Cuanto más control tenés sobre tu atención, más control tenés sobre tu futuro.”
Y ese control se logra descansando, desconectando, volviendo al eje. No es perder el tiempo. Es prepararte para decidir mejor.
A veces creemos que tomar decisiones rápidas nos hace más eficientes. Pero muchas de las mejores decisiones que tomé en mi negocio surgieron de una pausa.
Una pausa para pensar. Para no responder con el impulso. Para volver a preguntarme:
¿Esto me acerca a mi visión o solo me mantiene ocupada?
En una ocasión, rechacé una alianza que en apariencia era una gran oportunidad, pero que en el fondo no alineaba con mi forma de trabajar. Tomarme un día para pensarla, en lugar de responder por impulso, fue clave.
Y desde entonces aprendí que tomar decisiones empresariales efectivas no siempre significa ser veloz. A veces, significa ser valiente y esperar a que la idea madure.
Esto es algo que aplico mucho en mentorías. Cada emprendedor tiene valores distintos, prioridades distintas, modelos de negocio distintos. Entonces, no existe una regla universal para decidir. Pero sí podemos construir nuestras propias reglas.
Algunas de las mías son:
Tu energía mental se regenera más rápido si no tenés que repensar siempre desde cero. Por eso, crear tus propias reglas de decisión te ahorra tiempo, desgaste y dudas innecesarias.
Un punto clave que a veces se pasa por alto: delegar decisiones también es una decisión. Y no hacerlo con criterio puede volverse un problema.
No se trata de soltar el control porque sí. Se trata de identificar qué decisiones podés (y debés) delegar, para reservar tu energía mental para las que solo vos podés tomar.
Empezá por delegar decisiones operativas y repetitivas. Y quedate con las que definen visión, estrategia o cultura.
Voy a cerrar con otra idea poderosa de James Clear:
“Siempre vas a encontrar personas con ventaja. Pero el punto no es quién empieza antes. Es qué hacés vos cuando llega tu oportunidad.”
Tomar decisiones no es solo una cuestión de lógica. También es de coraje. De decir: esto es lo que elijo, con la información que tengo hoy, y confiar en tu capacidad de corregir si es necesario.
No todas las decisiones van a salir perfectas. Pero mientras más ejercites tu claridad, más sabiduría vas a tener para ajustarlas sobre la marcha.
En Mujeres CEO trabajamos juntas para construir una forma de liderar basada en foco, hábitos sostenibles y estrategias claras. Si sentís que estás decidiendo mucho, pero avanzando poco, quizás lo que necesitás no es más esfuerzo, sino más claridad.
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